miércoles, 25 de septiembre de 2013

EL CAMINO MOZÁRABE DE SANTIAGO EN JAÉN

El Camino Mozárabe es el que recorrían los mozárabes del sur peninsular en peregrinaje hacia Santiago de Compostela, y que se une a la Vía de la Plata en Mérida. Los mozárabes eran los cristianos que durante la Edad Media vivían en territorio bajo dominio musulmán, conservando a pesar de las dificultades buena parte de sus costumbres y cultura hispanas; por tanto, también ellos desde un principio hacían su propio Camino de Santiago siguiendo las antiguas vías hacia el noroeste. Desde hace unos años este milenario camino ha sido rescatado y puesto parcialmente en valor para que los modernos peregrinos puedan seguir los pasos de nuestros ancestros. La ruta principal del Camino Mozárabe es desde Granada (concretamente desde su catedral) hasta Mérida pasando por Córdoba. Tres ramas se unen a esta ruta principal: una rama une Almería con Granada, otra Jaén con Alcaudete (Jaén) y la tercera Málaga con Baena (Córdoba). De esta forma el Camino Mozárabe nos lleva por las tierras de Almería, Málaga, Granada, Jaén, Córdoba y Badajoz en un recorrido histórico, religioso y cultural de enorme interés y valor.
Jaén capital, como he dicho, es el inicio de una de las ramas del Camino Mozárabe. Esta rama tiene dos etapas: la primera es hasta Martos pasando por Torredelcampo y Jamilena; la segunda es desde Martos hasta Alcaudete, donde se une al camino principal que viene de Alcalá la Real y en origen de Granada.
En este artículo vamos a recorrer el Camino por el casco histórico de Jaén, que tiene bien señalizada la ruta, y de camino, valga la redundancia, vamos a hacer unos apuntes históricos y misteriosos de los lugares por donde pasaremos.
El inicio es en la plaza de Santa María, el lugar más emblemático de la ciudad, a los pies del templo más importante y sagrado, la Catedral de la Asunción de María. Su imponente fachada asombra por su majestuosidad, grandeza y belleza, dejando en segundo plano los otros dos edificios de interés de la plaza que le terminan de dar su carácter monumental, el Ayuntamiento y el Obispado.



Si nos fijamos en el pavimento de la plaza, enfrente de la puerta de la catedral que guarda san Miguel, veremos una baldosa que nos indica que estamos en el principio del Camino Mozárabe de Santiago.


Antes de empezar la ruta es conveniente hacer una visita a la catedral, bien por curiosidad o, mejor, para iniciar el Camino introduciéndonos en la atmósfera especial de este templo que nos preparará convenientemente para nuestra peregrinación.


Y para ello es recomendable llegar hasta la capilla de Santiago, en un lugar de honor en la cabecera junto a la Capilla Mayor. En la capilla encontramos en el retablo neoclásico un cuadro de Santiago Matamoros y otro de la aparición de la Virgen del Pilar a este apóstol. Puede ser un buen sitio para reflexionar sobre el Camino, que es un camino espiritual en la búsqueda de nosotros mismos, de nuestra divinidad en unión con el Todo-Dios. Pero otro sitio puede servirnos para este menester, y no es otro que debajo, ni más ni menos, que de la preciosa cúpula, centro de la catedral, pues en una de sus cuatro pechinas está el relieve de Santiago a lomos de su caballo; las otras tres pechinas están ocupadas por las representaciones de san Miguel, santa Catalina y san Eufrasio, siendo estos dos últimos patrones de Jaén y, el último, discípulo del mismo Santiago. Esto nos indica la importancia que a Santiago se le da en la catedral de Jaén.


Como ven, Santiago está muy presente en la catedral jiennense, teniendo incluso dedicados a él dos asientos del magnífico coro.


Esta obra maestra del Renacimiento, obra del genial Andrés de Vandelvira bien seguido por otros arquitectos como Juan de Aranda o Eufrasio López de Rojas, invita siempre a mirar hacia arriba, a elevar la mirada hacia sus bóvedas, a elevar el espíritu hacia el cielo...
Salimos de la catedral con buen ánimo de iniciar la ruta y desde la misma baldosa del Camino Mozárabe miramos en la dirección que nos indica, hacia la calle Maestra, eje principal de la antigua ciudad como su propio nombre indica.


En su inicio, un poco escondida en la fachada de la casa de la cofradía de Nuestro Padre Jesús, está la plaquita de llamativo color que nos confirma el Camino, y de esta manera recorremos esta calle, también de las más emblemáticas de Jaén con sus elegantes casas tradicionales bien conservadas en general, y sus restaurantes y bares que sirven de punto de reunión y descanso a numerosos jiennenses y turistas. Solo los desperfectos en parte de su embaldosado enturbia el agradable paseo que nos ofrece.


La calle Maestra no es larga y en su final nos encontramos con el antiguo palacio del Condestable Iranzo (o lo que queda de él), personaje de gran importancia para Jaén y Castilla por aquellos años del siglo XV que vió el reinado de Enrique IV y la transición hasta el mandato de los Reyes Católicos. En realidad el palacio lo construyó en una posesión de los Torres, de la familia más importante de la ciudad, pues su esposa era María Teresa de Torres y Portugal, que entabló posteriormente a la muerte de su marido amistad con la reina Isabel I. Fue don Miguel Lucas de Iranzo un hombre especial que dio un impulso importante a la ciudad, se relacionó con diversos sectores de la población marginados como los judíos y gustaba de las celebraciones, todo ello aderezado por su interés por lo mágico, entre lo que se puede contar una especie de recorrido esotérico por los lugares sagrados de la ciudad. Murió asesinado en 1473 mientras rezaba en la catedral por sus enemigos políticos con la excusa de su apoyo a los judíos, quizá por algo más...


El palacio pasó a ser tras los siglos el Casino Primitivo y ahora es el Palacio Municipal de Cultura, conservando parte del edificio original, como unas arcadas del patio y un salón mudéjar. El insigne lugar ha tenido hasta presencias fantasmales...
Al lado de la fachada que da a la calle Maestra nos encontramos con una bifurcación en cuya esquina está un detallado panel del Camino Mozárabe de Santiago que incluye todas las poblaciones de la ruta, un plano con el recorrido por la ciudad de Jaén y una breve descripción de este.


Tomamos entonces la dirección indicada dejando la calle Maestra y tomando la calle Madre de Dios, llamada así por el antiguo hospital que en ella había, fundada por Luis de Torres, hijo del condestable Iranzo y Teresa de Torres.


En lo alto de esta corta pero empinada calle encontramos un curioso monumento, el Arco de San Lorenzo, cuya capilla fue precisamente utilizada por el hospital de la Madre de Dios.


El Arco es lo que queda de la desaparecida iglesia de San Lorenzo, y para salvarse fue declarado monumento nacional en 1877. Es una pequeña joya gótica mudéjar que merece la pena un alto en el camino. En él está enterrado Juan de Olid, secretario del condestable Iranzo, y se veló el cadáver de Fernando IV el Emplazado, que murió en Jaén en 1312; sí, se trata de ese rey al que maldijeron en Martos por mandar ejecutar a los Carvajales y cuya historia se mezcla con la leyenda y el misterio que envolvía aquellos tiempos de persecución a los caballeros templarios.


El carácter fúnebre parece perseguir a este monumento bajomedieval, que tiene hasta su leyenda fantasmal, la del padre Canillas, que se aparece precisamente para una misa de difuntos.


Sea como fuere, la cuestión es que el Arco de San Lorenzo conserva un encanto difícil de explicar en su interior y hasta en su exterior, pues pasando por él parece que cruzamos un pequeño túnel del tiempo hasta el medievo... a pesar del muchas veces molesto tráfico de vehículos que nos recuerda el tiempo actual que vivimos.


Junto a él una placa nos señala el Camino y tomamos la calle Almendros Aguilar, la antigua calle Maestra Alta, a diferencia de la que dejamos hace un rato que era la calle Maestra Baja, las dos columnas vertebrales del casco histórico.


La calle Almendros Aguilar fue antaño señorial, con grandes casonas de las que ahora por desgracia poco queda, destacando entre ellas una de monumental fachada renacentista de la que se dice fue propiedad en un principio del obispo Alonso Suárez a principios del siglo XVI, teniendo muchos usos a lo largo del tiempo hasta ahora que es una casa de vecinos.


Llegamos así hasta la plaza de Santiago, y aquí se nos cuela la decepción. Qué pena que esta ciudad no tenga su iglesia de Santiago, derrumbada en ese fatídico siglo XIX en el que empezaron a perderse muchos edificios históricos. Fue un templo cabeza de una parroquia y que tenía su importancia debido a su evidente relación con los santiaguistas. Una ruta jacobea sin templo dedicado a Santiago; en fin, nos queda un muro lateral que da a la calle Almendros Aguilar, muro que guarda parte de la cripta de la antigua iglesia y que se convirtió en refugio de la Guerra Civil. Por lo demás, estamos en un espacio urbano degradado por el enorme solar que ocupa la parte superior de la plaza, pero al menos la vista se alegra con las bellas vistas del monte de Santa Catalina con su Cruz y el Castillo que ya se ve de refilón.



Otra indicación junto al muro de la desaparecida iglesia, donde se encuentra la entrada al refugio, nos confirma la dirección a seguir, que es continuando por la calle Almendros Aguilar. Andamos ahora por un tramo más estrecho y humilde de la calle hasta llegar a su final donde otra placa jacobea nos vuelve a confirmar que sigamos recto en nuestro caminar para adentrarnos en el barrio de San Juan. Esta placa está en la esquina junto a la calle Elvín, que muestra una típica estampa con un tradicional espacio al fondo a manera de carmen escalonado; algunos proyectos para poner en valor tan pintoresco lugar han ido cayendo en el olvido, como aquel que quería hacer de este carmen ajardinado un punto de encuentro e interpretación de las culturas medievales de la ciudad. Ahí sigue esperando...


Llegamos pronto a la plaza de San Juan, dominada por la iglesia de San Juan Bautista con su torre del Concejo. Del templo gótico original no queda mucho, pero sus trazas están ahí con sus arcos apuntados, y la dicha torre medieval sigue señalando la hora oficial de la ciudad. Si al peregrino le apeteciera podría hacer una visita a su remodelado interior, donde encontrará alguna obra de gran valor, como el grupo escultórico del Calvario del siglo XVI.


En la primera esquina (por cierto, descuidada estéticamente) que nos encontramos en la plaza está la indicación de que el Camino ahora debe descender por una calle lateral a la iglesia, la calle de San Juan, y no por la que el plano del panel que vimos al final de la calle Maestra, que nos indicaba otra un poco más allá de la plaza en la que estamos.


La diferencia es poca entre una calle y otra, no tiene mayor importancia. Sin más, descendemos por la calle de San Juan, que tiene su encanto junto al muro de la iglesia.


Y llegamos a la calle Martínez Molina, con lo que regresamos a la antigua Maestra Baja que, como recordarán, era la calle que ahora en su inicio se llama solo Maestra y que fue el principio de nuestra ruta. La baldosa del Camino Mozárabe, que apenas si se ve en el pintado y pintorrejeado muro del solar de San Andrés, nos señala el sentido que debemos tomar. Estamos detrás de la iglesia de San Juan, cuya cabecera está bien cuidada en contraste con lo que tiene enfrente, en el otro lateral de la calle, el solar de San Andrés, polémico y en actualidad por la muy posible destrucción de unos importantes restos de casas medievales y huertos tradicionales con la excusa de la construcción de un instituto de enseñanza secundaria; estamos junto a la judería, y en este solar se han encontrado objetos valiosos, como un puntero y un amuleto hebreos. Ojalá se puede resolver a buen beneficio de la ciudad.


En este tramo de la calle Martínez Molina nos reencontraremos de nuevo con más movimiento de gentes, entre ellas los turistas que siguen esta vía desde la plaza de Santa María para visitar principalmente los Baños Árabes, situados en los bajos del palacio del conde de Villardompardo, en concreto de Fernando de Torres y Portugal, el más conocido de su linaje de los Torres que tan poderosos fueron en la ciudad, llegando a ser virrey del Perú en unos años durante el reinado de Felipe II.


Ahí es donde llegamos, al palacio de tan insigne conde, con su grande y sobria fachada que esconde un bello patio renacentista (que por ahora no se puede visitar por obras para acondicionar bien el edificio para los museos que acoge) y en sus cimientos los Baños Árabes del siglo XI, los más grandes de los que existen en España y muy bien conservados. Es un lugar con historia, arte, leyendas y misterios; si el peregrino gustara podría hacer una visita pero nosotros no nos vamos a detener en este edificio porque el Camino debe proseguir, nos esperan otros tres lugares más relacionados con nuestro andar espiritual. Y el primero está en la misma plaza donde se encuentra este palacio, la plaza de Santa Luisa de Marillac, conocida popularmente como la del Pato, por la fuente que en la imagen pueden ver.


La fuente, que encargara otro insigne personaje de Jaén, José del Prado y Palacio, para la antigua plaza del Mercado y que finalmente se trajo aquí, se compone de una oca, no un pato, que lucha con una serpiente que intenta morderle el cuello. La oca, símbolo inequívoco del Camino de Santiago, ha querido la providencia, o no, que se encuentre aquí, en una plaza del centro histórico que forma parte del tradicional Camino Mozárabe de Santiago. La oca, con sus patas palmípedas, su alas, encima de una pirámide octogonal, la serpiente, la lucha, el agua... símbolos claros de la Diosa Madre de la Sabiduría en su enfrentamiento con el reptil que quiere impedir la transmisión del conocimiento, una dualidad muy significativa para reflexionar. En fin, símbolos comunes en el Jaén esotérico que desde la catedral hasta la Magdalena toma sentido: la Diosa Madre, el conocimiento, el lagarto - dragón que lo guarda y protege, el héroe que vence al reptil, la cueva con agua...


En una esquina de esta plaza del Pato tenemos la indicación jacobea para que prosigamos nuestra ruta, ya con la sensación de que estamos guiados por la simbólica oca en nuestra búsqueda del conocimiento. Nos adentramos en la calle Santo Domingo, dirección hacia la Magdalena. Llegamos pronto a la elegante fachada principal del convento de Santo Domingo, en realidad de Santa Catalina. Aconsejo entrar en su patio, una obra magnífica, un lugar amplio, un remanso de paz... a pesar de que fuera sede de los inquisidores dominicos, de sus escuelas y de un orfanato; ahora es el Archivo Histórico Provincial, y su actividad y su equilibrada arquitectura hace, como he dicho, que sea en verdad un sitio tranquilo, que invita al descanso, a la reflexión, a conocer... santa Catalina, santa de sabiduría, patrona de Jaén, heredera de la Diosa...


Al fondo ya se ve, estamos llegando... ya hemos llegado al centro de la emblemática Magdalena. Otra placa a la derecha nos confirma el Camino.


Pero pronto nuestra mirada se gira hacia la izquierda, al monumento del Lagarto de la Magdalena o de Jaén. El lagarto de la famosísima leyenda, el lagarto que en realidad es un esotérico dragón...


Avanzamos un poco y ya contemplamos la sencilla belleza de la iglesia de María Magdalena; su torre coronada por un campanario octogonal parece saludarnos a nuestra llegada a la plaza del mismo nombre.


A nuestra izquierda se nos recuerda la presencia de otras culturas en Jaén, como fue la judía, por ese hexagrama que luce en la tradicional fachada de la casa que fue hace once siglos el sitio de nacimiento de Hasday ibn Shaprut, el sabio judío que fue uno de los principales personajes del califato de Córdoba.


A unos pasos, enfrente de la iglesia, se encuentra la Fuente de la Magdalena, alrededor de la cual se fundó la ciudad por lo menos desde época romana, quizás antes, pues seguramente ya era importante y sagrado para los iberos. Se trata del nacimiento de aguas desde una cueva en la que la leyenda sitúa la guarida del lagarto - dragón que tuvo que ser vencido por un héroe, pero para ello tuvo que recorrer las calles de Jaén hasta el otro extremo en un recorrido similar a este que estamos siguiendo con motivo del Camino Mozárabe y que yo he denominado la ruta sagrada del dragón como ya muchos sabéis por las investigaciones que he realizado.


Nos encontramos en un lugar muy especial en el que se unen todos los misterios históricos, religiosos y esotéricos de Jaén, es un lugar de iniciación, como parece indicarnos la advocación del lugar, santa María Magdalena, la gran iniciada del cristianismo.


La bonita portada gótico isabelina, la torre morisca, el antiquísimo patio de la mezquita que fue, el interior de la iglesia, sus nervios góticos, los símbolos... Pasée por ella el peregrino, empápese del lugar, de la luz sobre sus piedras y ladrillos, del rumor del agua de la alberca del patio, de sus rincones, de sus columnas, de las vistas al castillo de Santa Catalina (oh, fiel fortaleza siempre allí arriba protegiéndonos en nombre de la santa sabia), del entorno... 
Va a ser el último sitio sagrado que visitemos en la ciudad, pero es un inicio...


Dejamos con cierta nostalgia este lugar tan especial para seguir nuestro Camino, y la placa, bien puesta, nos señala la dirección a seguir por la calle Magdalena Baja.


Unos doscientos metros más allá llegamos a un pequeño ensanche de la calle con una vista estupenda del castillo a través de la calle Cruz de la Magdalena. El castillo nos ofrece quizás su mejor vista cerca ya del final de nuestra ruta urbana y parece recordarnos que sigue ahí como si fuera un eterno guardián de la ciudad y sus secretos.


Al final del dicho ensanche otra placa, que es la última, nos vuelve a indicar perfectamente el Camino, que ya continua por la calle de la Puerta de Martos, que nos recuerda que nos acercamos al lugar donde estuvo la salida hacia Martos, ciudad que es el final de la primera etapa del Camino Mozárabe.


Y, tras un centenar de metros, llegamos al sitio donde se alzó la gran Puerta de Martos, lamentablemente derrumbada, la salida de la muralla hacia el camino secular hasta la también histórica y misteriosa localidad de Martos, a unos 20 kilómetros, pasando antes por Torredelcampo y Jamilena.


A partir de aquí, el casco antiguo se acaba, la vieja ciudad se terminaba, ya era extramuros, los mozárabes pisaban un camino envuelto de campos y montes, de naturaleza y alguna que otra ermita y fuente, ese ya es otro camino, otra forma de andar, de sentir, interiorizando lo que se observó, anhelando el siguiente paso que le acerque poco a poco a Santiago de Compostela.
Por mi parte es todo, hasta aquí llego. Me vuelvo a las faldas de Santa Catalina... Quizás algún día vaya más allá de la Puerta Martos, y, a lo mejor, se lo cuente a ustedes. Pero, a lo mejor, algunos de ustedes se animarán antes que yo y me lo contarán a mí...
Buen viaje.