lunes, 20 de septiembre de 2010

LOS DÓLMENES: ¿TUMBAS DE HACE 5.000 AÑOS O TEMPLOS DE HACE 10.000 AÑOS?

Con las obras megalíticas surgen siempre tres preguntas: cómo, cuándo y para qué se hicieron. Las tres son complejas y aunque la ciencia oficial tiene su teoría que parece clara y contundente, ni mucho menos lo es pues se basa en indicios discutibles. El cómo voy a dejarlo y voy a centrarme de forma sencilla y breve en el para qué y cuándo.
Para la arqueología, los dólmenes, las construcciones megalíticas más destacadas, son tumbas de hace más o menos 5.000 años salvo alguna excepción que se data unos mil años más antigua. Sus pruebas para pensar en ello es que se han encontrado en algunos de ellos restos humanos o biológicos con esa antigüedad datados por el método del carbono-14. Por tanto, si se encuentran restos de huesos humanos de hace 5.000 años en o junto a un dolmen es que este es una tumba de aquella época. Esto es mucho presuponer en su uso y datación. Es como si los arqueólogos de dentro de cinco mil años concluyeran que un templo griego, por ejemplo del siglo V a.C., es una tumba del siglo XIX d.C. porque se han encontrado un enterramiento de este siglo junto a él. Las iglesias y catedrales en su mayoría tienen tumbas en su interior, o al lado, de religiosos o grandes personalidades, pero por ello no dejan de ser templos ni se datan por las fechas de los enterramientos. ¿No sería más fácil suponer que los dólmenes son templos de edad indefinida que por su carácter sagrado hacían atractivo que el creyente se quisiera enterrar en o junto a él, como ha sido tradicional de siempre?
El problema de datar la antigüedad de los dólmenes es que no se puede fechar una construcción que está enteramente hecha de piedra, pues el método del carbono-14 es para datar restos orgánicos, es decir, que tengan carbono; se trata pues de un método indirecto y que simplemente puede ayudar en algunos casos pero para la arquitectura en piedra poco o nada resuelve definitivamente.
El dolmen de Menga (Antequera, Málaga), la obra megalítica de su estilo más significativa de España e incluso de Europa, está datado de forma indirecta en el 2.500 a.C. porque se habían encontrado unos pocos utensilios como hachas de aquella época, poco más; además, es considerado una tumba porque esa es la teoría imperante, porque ni siquiera restos humanos se han encontrado en él.

En 2006, en el marco de unas excavaciones promovidas por la Junta de Andalucía para investigar el conjunto dolménico antequerano y su puesta en valor, se encontraron unas muestras de carbón en un sedimento intacto en el dolmen de Menga. Se analizaron por el carbono-14 y en 2008 Francisco Carrión, profesor titular del departamento de Prehistoria de la Universidad de Granada, dio a conocer los resultados: son de alrededor del 3.700 a.C. Con lo que ya se piensa que posiblemente esa sea la antigüedad del dolmen, casi 6.000 años, retrasando su datación más de mil años a la que tiene por ahora. Esto demuestra que esta forma de datar los monumentos megalíticos es pura especulación pues puede variar según los restos orgánicos que se encuentren. Si mañana se encontraran en el dolmen unas muestras de hace 10.000 años... ¿se diría que el dolmen es de aquella remota edad? Posiblemente no, porque esto chocaría con la teoría admitida de que en aquella época el hombre no hacía construcciones de este tipo, y menos en occidente; en oriente ya se ha tenido que admitir la existencia de un templo megalítico con esa gran antigüedad, Göbekli Tepe, en Turquía, cerca de Siria.

Francisco Carrión, en el centro, durante la excavación en el dolmen de Menga de un pozo de casi 20 metros de profundidad considerado de la misma época. Está situado al fondo y tiene encima la piedra más grande de todas las enormes rocas con las que se hizo, pues la piedra que cubre este último espacio tiene una dimensión de 6 x 7 metros y un peso estimado de 180 toneladas (!).

Esta antigüedad de 6.000 años para el dolmen de Menga lo situa a la par de los templos megalíticos de Malta, el lugar donde quizás más se han estudiado estas construcciones y, por tanto, más se ha cuestionado su uso y datación. Son varios los investigadores que opinan que los edificios megalíticos, en particular los malteses, habría que remontarlos, como poco, al 8.000 o 10.000 a.C., pero se topan con el mismo problema de siempre para datarlos, pues para la piedra no sirve el carbono-14 como es evidente.
Pero la isla de Malta ofrece una posibilidad fascinante de poder datar la época del megalitismo: se han encontrado grandes bloques de piedra, incisiones rectilineas en el suelo, bocas de pozo, gradas, arcos y hasta escaleras que parecen evidentes manufacturas humanas... sumergidas bajo las aguas del mar cerca de la costa. Son hallazgos de los investigadores Hubert Zeitlmair y Graham Hancock siguiendo las pistas de submarinistas que se encontraron con ellas, y suponen poder datar este tipo de construcciones por lo menos en Malta ya que basándose en los estudios sobre el cambio de las costas en los últimos miles de años, principalmente en los "mapas de inundación" del programa informático de Glenn Milne, de la Universidad de Durham, se sabe que esa zona estaba en tierra firme mucho antes del fin de la glaciación, estimándose ¡entre 18.000 y 15.000 años de antigüedad! Estos hallazgos y teorías están expuestos en el libro de Hancock "Underworld". Toda una revolución de poder confirmarse, pero como suele ser normal, obtiene poca atención por parte de la ciencia oficial, otra cosa es que sin decir nada o muy poco esta investigue, como parece que se está haciendo en las marismas del Guadalquivir...
¿Son las grandes construcciones megalíticas templos de antes del fin de la glaciación y de los tiempos inmediatamente posteriores, es decir, de hace más de 10.000 años de antigüedad? La solución, quizás, debajo del mar...
La siguiente pregunta sería: ¿quiénes...?

jueves, 16 de septiembre de 2010

EL TODO ES MENTE

El Todo es Mente; el universo es mental. Este es el principio del mentalismo, el primero de los siete sobre los que se basa la Filosofía Hermética, la que según la tradición nos dio el maestro de maestros Hermes Trismegisto, allá en los antiquísimos e ignorados orígenes de la civilización egipcia; principios que se recogieron en el ancestral Kybalión.

Este principio encierra la verdad de que todo es mente. El Todo es la realidad substancial que se oculta detrás de todas las manifestaciones y apariencias que conocemos bajo los nombres de "universo material", "energía", "materia", etc., es decir, todo cuanto es sensible a nuestros sentidos materiales. Este Todo es espíritu, quien en sí mismo es incognoscible e indefinible, pero que puede ser considerado como una mente infinita, universal y viviente.
Todo el universo o mundo fenomenal es una creación mental del Todo, en cuya mente vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser.
Este principio, al establecer la naturaleza mental del universo, explica los variados fenómenos mentales y psíquicos que tanto preocupan a las personas, y que sin tal explicación no son comprensibles y desafían toda hipótesis científica. La comprensión de este principio hermético de mentalismo habilita al individuo a realizar y conocer la ley que rige el universo mental, aplicándola a su bienestar y desarrollo, pues es una clave maestra en su poder con la que acceder al conocimiento de forma libre e inteligente. Y es que este principio explica la verdadera naturaleza del mundo físico, es decir, de la energía y la materia, y el cómo y el porqué está subordinado al dominio de la mente. El plano físico está debajo del mental, que domina sobre aquel, y el mental está a su vez debajo del espiritual, que es el más elevado de los tres.
Uno de los antiguos maestros escribió hace mucho tiempo que "el que comprenda la verdad de que el universo es mental, está muy avanzado en el sendero del adepto". Sin esta clave maestra es imposible acceder a la Sabiduría.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

VENUS. LA DIOSA Y EL ARTE. 2ª parte

Al igual que hay dos versiones para el nacimiento de Afrodita, la Venus romana, hay dos concepciones complementarias y no individualizadas sobre ella en la antigua Grecia por lo menos desde finales del siglo VI a.C.: Afrodita Urania y Afrodita Pandemos.
Urania, la celestial, nacida de la espuma, y Pandemos, la de todo el pueblo, la común, nacida de Zeus y Dione. Por esto, según Platón, Afrodita es dos diosas, una vieja y otra joven: la mayor, Urania, es la hija de Urano, el cielo; la menor, Pandemos, es la hija de Zeus y Dione, más terrenal. Entre los neoplatónicos y luego los intérpretes cristianos, Afrodita Urania representa el amor del alma y el cuerpo, y el amor conyugal; mientras, Afrodita Pandemos se asocia con el mero amor físico.
Pausanias describe la representación que de las dos facetas de Afrodita había en un templo de Elis (Peloponeso, Grecia): Urania con un pie descansando sobre una tortuga y Pandemos montando una cabra. Estas esculturas se consideran obras de Fidias.

Afrodita Urania, con un pie sobre una tortuga. Museo del Louvre, París.

Afrodita Pandemos, montada sobre una cabra.


En Atenas se sabe con certeza de la existencia del doble culto a Afrodita, pues se encontró un templo con altares a la Urania y la Pandemos en el noroeste del Ágora, fechándose hacia el año 500 a.C.
De la faceta de Afrodita Urania surgieron los modelos escultóricos en los que la diosa aparece vestida por entero o a medias mostrando solo los pechos y la espalda, como la Afrodita de Milo, encontrada en la isla Milo de las Cícladas (Grecia) y datada de finales del siglo II a.C.

Afrodita de Milo, conocida más como la Venus de Milo. Museo del Louvre, París.

Del aspecto de Afrodita Pandemos aparecen los tipos artísticos caracterizados por la sensualidad y el erotismo, como la Afrodita de Cnido, del escultor Praxíteles a mediados del siglo IV a.C.; o la Afrodita Calipigia, "la de las bellas nalgas".

Afrodita de Cnido, copia romana del original griego de Praxíteles. Colección Ludovisi.

Afrodita Calipigia, copia romana en el Museo Arqueológico Nacional de Nápoles.